Apenas unos minutos después de que el Rey espetara a Hugo Chávez su famoso «¿Por qué no te callas?», avispados cibernautas registraban en Internet la famosa frase en todos sus dominios: '.com', '.net', '.org', '.biz', '.es', '.info' y '.eu'. La idea era adelantarse al aluvión de visitas que se presumía que iba a tener la noticia. Al fin y al cabo, en este negocio, el que no corre, vuela. Y ni que decir tiene que quien no llega el primero, pierde. Se trata de apropiarse del dominio y, después, estudiar si conviene más su venta o simplemente llenarlo de anuncios patrocinados para conseguir ingresos directos.
Cada vez más personas e incluso empresas hacen de este fenómeno un oficio, convirtiéndolo en un negocio en auge que se aproxima a un mercado de valores. No en vano, el número de registros no hace más que aumentar año tras año. A estas alturas, son ya casi dos millones los registros contabilizados a finales del pasado 2007 en España, a razón de unos 12.000 nuevos registros al mes, según datos de la Asociación de Internautas.
Para empezar, lo primero que hay que saber es que el dominio es una dirección de Internet fácil de recordar y utilizada como identificador de un sitio web. En dos palabras, la carta de presentación en la Red. La necesidad de tener una presencia propia en Internet es hoy clave para una empresa, pero también para particulares. De hecho, el 'fenómeno blog' está también detrás de ese aumento. Según la III Encuesta a Bloggers, un 34% de los entrevistados en España que escriben en castellano tienen un dominio propio para su blog.
Seña de identidad
«Los dominios son una importante seña de identidad en la Red. No es que quien no esté no exista, sino que es una señal de cierto estatus: dejar a un lado la dirección de tu proveedor de blog, de web, y tener tu propio dominio», considera Fernando Garrido, sociólogo especializado en nuevas tecnologías y subdirector del Observatorio para la Cibersociedad.
En opinión de la abogada Beatriz Martínez, a los particulares les interesa disponer de un dominio con su nombre o su afición favorita por si un día lo pueden necesitar «o bien porque la penetración de la web 2.0 en nuestras vidas y en nuestra forma de comunicarnos es mayor cada día». A su juicio, los redactores de blogs prefieren colgar sus opiniones en un dominio propio (al que en algún momento si resulta ser bueno se le puede incluir publicidad) que en un dominio de su proveedor habitual. Pero, para Martínez, aún más les interesa a las empresas «puesto que es uno más de los elementos de su imagen corporativa y porque es la tarjeta de visita más barata y mejor 'repartida' de la historia». Es mucho más fácil y creíble teclear el nombre de la empresa más el dominio, que asociarlo al de un servidor tipo 'hotmail' o 'yahoo'.
De hecho, José Luis Ruiz, del registrador Nominalia, atestigua que sus principales clientes son empresas y autónomos que, aunque no dispongan de web, buscan un correo propio. Para el presidente de la Asociación de Usuarios de Internet (AUI), Miguel Pérez, «nadie se plantea no estar en Internet».
Pero, como destaca Fernando Garrido, no sólo es una cuestión de satisfacción personal o necesidad profesional, también hay quien ha hecho del registro de dominios una especie de Bolsa en la que se especula y se puede sacar bastante provecho.
Según el abogado Javier Maestre, existe un mercado secundario de nombres de dominio en el que los agentes y empresas que intervienen se dedican a comprar, vender, alquilar o realizar cualquier operación mercantil con los dominios. También hay quien permite pujar como en una auténtica subasta. Así lo hizo eBay con el 'porquenotecallas.com'. Pero otras, como Sedo, además de todos estos servicios, ofrece lo que se conoce como aparcamiento. La fórmula es sencilla: el usuario registra un dominio y lo deposita en estas empresas para que lo gestionen como soporte publicitario.
Si la cosa sale bien, los ingresos pueden ser considerables. Hasta treinta euros al día, según constata José Luis Ruiz, que recuerda el caso de un joven de apenas 25 años que poseía 14.000 dominios, «por supuesto, no podía tener control sobre todos».
Y es que las posibilidades son múltiples. Tantas como la imaginación quiera. Antes de nada, es imprescindible decidir el tipo de dominio que interesa. Existen los denominados genéricos (los más conocidos son los '.com', '.net', '.info' y '.org') y los territoriales (en el caso de España, '.es').
En principio, es indiferente la elección. Además, con el Plan Nacional de Nombres de dominios de Internet se han eliminado muchas trabas y prácticamente todas las opciones son accesibles. Sólo hay un requisito: que la opción escogida esté libre. Si es así, en un periodo de cuatro a 48 horas puede estar disponible.
Como explica la gerente del distribuidor Marcaria, Javiera Vázquez, en el caso de los dominios '.com' el registro es automático y no es necesario ningún requisito especial. Otros, en cambio, tienen reserva, como '.aero', para la industria aeronáutica, o '.edu', para centros educativos de estudios superiores.
Pero, ¿quién tiene la última palabra? A nivel mundial, el encargado de asignar el espacio de direcciones es Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN). En España, quien regula el registro de dominios '.es' es nic.es. (dependiente del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio).
Eso en lo más alto. Porque, a efectos prácticos, donde el usuario debe dirigirse es a cualquiera de los distribuidores autorizados que se hallan en la Red. Hay para todos los gustos y precios: desde los que únicamente ofrecen el registro hasta aquellos -cada vez más habituales- que incluyen en el contrato varias cuentas de correo, además del espacio web. El coste dependerá del servicio, oscilando en una media entre veinte y treinta euros anuales. Aunque también se pueden encontrar desde seis o siete euros.
Según Vázquez, lo más habitual es inscribir un dominio con la intención de proteger una marca. Y hacerlo en diversos países y con diferentes extensiones para evitar problemas. No hay que olvidar, como advierten desde Nic.es, que en esto del registro libre de dominios rige el principio de 'First come, first served', es decir, el primero que llega es el primero en ser servido, lo que pone en bandeja los conflictos. Tanto es así que han nacido nuevos términos, como la ciberocupación, técnica mediante la que particulares se adelantan a las marcas a la hora de registrar un dominio con el fin de revenderlo al propio titular de la firma.
Más regulación
Afortunadamente para las compañías, ahora la ley les ampara y llevan todas las de ganar en un posible litigio. Además, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) se ha especializado en la resolución y mediación de estos asuntos. Un sistema que, según Beatriz Martínez, está siendo cada vez más utilizado por las entidades. Para muestra, los datos de la OMPI: el número de demandas por ciberocupación ilegal presentadas ante este organismo aumentó el pasado año en un 25%.
Pero, pese a la mayor presión normativa, el negocio sigue teniendo sus alicientes. Hay quien se dedica a estudiar las marcas y las diferentes probabilidades de éxito de su nombre. Se anticipan, así, a los errores de teclado y registran estos dominios para llevar a su página a quienes se equivoquen al escribir. Los contenidos de la nueva página pueden ser publicidad o bien productos de la competencia. Arnold Schwarzenegger, por ejemplo, tiene registrados varios dominios para que su página sea accesible aunque se teclee mal su apellido.
No acaba ahí la cosa. Otros crean un nombre atractivo y comercial, registran ese dominio e inventan un contexto e historia ficticias sobre esta nueva empresa. Después, ponen el dominio a la venta o lo subastan. En http://24hdc.com/ crearon desde cero una empresa y lograron venderla, todo en 24 horas.
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